lunes, 28 de mayo de 2018

Ouroboros

Enamorarse perder el sentido, la orientación. Perder el norte, el sueño, los papeles no volver encontrarlos. Perder el paso, el tiempo, el apetito las ganas de volver. Olvidar la lógica, los consejos las buenas razones para aprender improvisar, recibir noticias que no esperas y  respuestas que no llegan.

Enamorarse y no volver a ver tu reflejo en el espejo tal como era ayer, no reconocerte en tu letra y en tu pulso, no escuchar las voces que te alertan de que vas en dirección contraria. Luchar, agotarse, caer y volver a mirar hacia arriba, esperando una luz que te guíe en tu camino hacia ninguna parte.

Enamorarse y morir por dentro mientras vives de cara a la galería, ahogando todos los murmullos que te dicen que sigues solo en tu propia imaginación, cortando los lazos que te unen a la razón. Prescindir de lo aprendido y sostener la cruz de tu particular calvario, que soltarás una y otra vez en el camino, para luego volver a recogerla con decisión.

Enamorarse y guardar silencio, manteniendo una larga e inacabable conversación con tu yo interior que sólo eres capaz de escuchar tú, para después reproducirla palabra por palabra con precisión obsesiva. Apuntar y tachar alternativamente palabras de tu diccionario que nunca habías usado hasta entonces y hubieras jurado nunca necesitar. Romper con lo que fuiste y no volverás a ser, y transformarte en quien alguna vez quisiste llegar a ser, aunque no consigas identificar quién. 

Enamorarse y preguntarse por qué. Encontrar más preguntas que respuestas, más dudas que certezas, y engarzar con ellas un largo collar que da vueltas y más vueltas alrededor del cuello, como un rosario de cuentas de cristal qué acariciar sin pensar. Emprender un camino que empieza y termina en uno mismo, con un origen preciso y un destino desconocido.

Enamorarse y medir el tiempo en instantes que nada tienen que ver con el reloj. Vivir varias vidas en un solo momento y saber que sólo hay una oportunidad para elegir en un minuto, en un instante concreto. Lanzar los dados y cerrar los ojos ante el resultado.

Enamorarse y vivir.

Enamorarse y equivocarte una y otra vez, siguiendo tu más preciado repertorio, sin olvidar ni un sólo hito. Y sin embargo, estar dispuesto a seguir adelante, como respiras, como ves la luz y rezas a la luna noche tras noche, buscando tu redención. Jugar con las cartas marcadas, y aún así, saber que has de perder una vez más.

Enamorarte, y saber que no hay escapatoria. 
Que nunca podrás esconderte de ti mismo.

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