Enamorarse y perder el sentido, la orientación. Perder el norte, el sueño, los papeles y no volver a encontrarlos. Perder el paso, el tiempo, el apetito y las ganas de volver. Olvidar la lógica, los consejos y las buenas razones para aprender a improvisar, a recibir noticias que no esperas y respuestas que no llegan.
Enamorarse y no volver a ver tu reflejo en el espejo tal como era ayer, no reconocerte en tu letra y en tu pulso, no escuchar las voces que te alertan de que vas en dirección contraria. Luchar, agotarse, caer y volver a mirar hacia arriba, esperando una luz que te guíe en tu camino hacia ninguna parte.
Enamorarse y morir por dentro mientras vives de cara a la galería, ahogando todos los murmullos que te dicen que sigues solo en tu propia imaginación, cortando los lazos que te unen a la razón. Prescindir de lo aprendido y sostener la cruz de tu particular calvario, que soltarás una y otra vez en el camino, para luego volver a recogerla con decisión.
Enamorarse y guardar silencio, manteniendo una larga e inacabable conversación con tu yo interior que sólo eres capaz de escuchar tú, para después reproducirla palabra por palabra con precisión obsesiva. Apuntar y tachar alternativamente palabras de tu diccionario que nunca habías usado hasta entonces y hubieras jurado nunca necesitar. Romper con lo que fuiste y no volverás a ser, y transformarte en quien alguna vez quisiste llegar a ser, aunque no consigas identificar quién.
Enamorarse y preguntarse por qué. Encontrar más preguntas que respuestas, más dudas que certezas, y engarzar con ellas un largo collar que da vueltas y más vueltas alrededor del cuello, como un rosario de cuentas de cristal qué acariciar sin pensar. Emprender un camino que empieza y termina en uno mismo, con un origen preciso y un destino desconocido.
Enamorarse y medir el tiempo en instantes que nada tienen que ver con el reloj. Vivir varias vidas en un solo momento y saber que sólo hay una oportunidad para elegir en un minuto, en un instante concreto. Lanzar los dados y cerrar los ojos ante el resultado.
Enamorarse y vivir.
Enamorarse y equivocarte una y otra vez, siguiendo tu más preciado repertorio, sin olvidar ni un sólo hito. Y sin embargo, estar dispuesto a seguir adelante, como respiras, como ves la luz y rezas a la luna noche tras noche, buscando tu redención. Jugar con las cartas marcadas, y aún así, saber que has de perder una vez más.
Enamorarte, y saber que no hay escapatoria.
Que nunca podrás esconderte de ti mismo.
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